Iniciación

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XXXV

La figura encapuchada parecía ser dueña de muchos secretos. Lucía la siguió  a través de su pasillo, que se le antojó interminable, y cuando quiso darse cuenta se encontraba en una mazmorra repleta de cuartillas y garabatos. La figura se quedó en el umbral de la puerta, una puerta de cárcel. Todo estaba impregnado de humedad. Pero había sobretodo papeles. El lugar era infinito y estaba repleto de estanterías viejas y mohosas. Lucía vagó un tiempo indefinido hasta que se decidió a coger una cuartilla, escrita con la caligrafía a la que se había acostumbrado los últimos días. A lo lejos, se escuchó el quejumbroso rechinar de un portón cerrándose, y el eco sordo de la soledad.

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